A
continuación les exponemos casos reales encontrados en Internet, explicados por
padres o familiares:
Caso
de Brady
Brady,
es un hermoso niño de 4 años, con grandes ojos castaños, cabello también
castaño y una estructura ósea delicada. No obstante, sólo se necesitan unos
minutos de observación para que la conducta extravagante, típica del autismo,
se haga patente.
Fue
adoptado a la edad de seis semanas por sus padres actuales, Siempre a
disfrutado de buena salud. Su desarrollo físico ha sido normal excepto un
retraso en el caminar. Actualmente es muy ágil y según explica la madre, es
capaz de correr por un muro estrecho. Los padres de Brady, empezaron a preocuparse
cuando el niño se resistía activamente al afecto. No permitía que nadie lo
cogiera o abrazara, y cuando la gente tendía los brazos hacia él, se ponía
rígido, empujaba y gritaba.
En
raras ocasiones en que permitía que su madre lo cogiera, lo hacía pasivamente
como un muñeco de trapo. Todavía ahora desea andar sólo lejos de la familia y
permanece aislado tanto tiempo como puede. No interactúa con sus compañeros y
rechaza las iniciativas sociales de los otros niños.
La
afectividad de Brady es la característica de muchos niños autistas, en la
medida en que parece totalmente desvinculada del contexto ambiental. Puede
oscilar desde las carcajadas a las lágrimas casi instantáneamente y sin razón
aparente. Con mucha frecuencia ríe mientras fija la mirada en el espacio,
incluso cuando lo castigan.
Asimismo
parece incapaz de comprender o responder a la conducta emocional de los demás.
En consecuencia parece estar verdaderamente aislado del entorno social.
Caso
de Juan
Juan
es un niño autista de 8 años. Está integrado en un colegio con niños de su
edad.
Así
es un día cualquiera de Juan en el colegio:
En
las primeras horas, mientras sus compañeros dan la clase de matemáticas o
lengua, Juan no hace más que repetir una y otra vez lo único que ha aprendido:
hacer un puzzle; enseñarle algo nuevo,
supondría para el profesor un gran esfuerzo, ya que tendría que romper el ritmo
de la clase.
En
el recreo mientras que los demás juegan y corretean por el patio, Juan está
sólo, sentado en un banco, balanceándose una y otra vez. Resulta tan familiar
esta estampa que nadie se ha planteado nunca que desee o que pueda hacer algo
diferente.
Tras
el recreo, Juan es sacado de su clase para ir a las clases de apoyo. Esto
supone un gran alivio para el tutor, porque la actitud de Juan en clase
(balanceo, autoagresiones, aleteos, golpes, etc. ) no hacía más que distraer la
atención de sus compañeros.
Juan
en las clases de apoyo continúa con su puzzle, mientras que sus compañeros de
la clase ordinaria dan clase de música y plástica.
Caso
de Miguel
Miguel
es un niño autista de 9 años, que cursa en el colegio de su barrio. Se
encuentra en un aula con niños de su edad. Esta es su jornada escolar de un día
normal:
En
las primeras horas de la mañana está en clase con el tutor y con el maestro de
apoyo. Están en clase de lengua haciendo una redacción sobre lo que han hecho
el fin de semana pasado. La clase está dividida en dos grupos: el tutor está
con un grupo y el maestro de apoyo con otro donde se encuentra Miguel. Mientras
los niños escriben y comentan lo que hicieron, el maestro de apoyo ayuda a
Miguel a contar su fin de semana, a la vez que ambos maestros facilitan la
interacción de Miguel con sus compañeros.
En
la hora del recreo el maestro intenta que Miguel y sus compañeros se relacionen
más.
Después
desarrollan en el aula actividades en grupo como la realización de murales,
figuras de plastilina, adivinanzas, etc.
Caso
de Sarah Jessica
Sarah
Jessica, es una niña autista de 11 años. Su cabello es oscuro y brillante.
Tiene unos enormes ojos de color azul con una mirada inteligente. Ella es
diferente, aunque no lo parezca a primera vista. Mucho antes de aprender a
pronunciar la palabra “MAMI”, ella sabia la diferencia entre un cuadrado, un
triángulo y un círculo.
La
necesidad de Sarah Jessica de obsesionarse con cosas de una forma ritual no es
igual a la de una persona ciega, en la forma en que mueven sus cuerpos o
cabezas.
Ella
no parece reconocer donde ella termina y el mundo comienza, la diferencia entre
sonidos externos y aquellos que salen de sus emociones internas. Es
aparentemente una persona sin limites, profundamente inconsciente, flotando
libremente en un presente que es salvajemente hermoso y algunas veces
terriblemente abrumador.
Vivir
con Sarah Jessica, es como vivir con una persona a la que los otros no pudieran
ver. Su discapacidad a menudo a menudo genera reacciones en los demás. Para los
médicos, por ejemplo, el autismo puede representar un sinnúmero de cosas: una
alteración nerviosa, un problema de origen desconocido que puede desaparecer
con un consejo que se dá aparentando calma en momentos de dolor; y muy
raramente la consideran simplemente una paciente común y corriente.
Recientemente,
Sarah Jessica, estando en casa, muestra una tendencia a traspasar limites. Le
encanta colocar su cara pegada a la de los otros, como si quisiese penetrar las
miradas; luego, deja escapar una risita contagiosa. Con frecuencia intenta
subirse a babuchas de la gente, sin entender que ya esta grande y pesada.
Evidentemente no existe la manera correcta o sencilla de encontrar respuestas
adecuadas para todas estas situaciones.